martes, 11 de mayo de 2010

Tomando un café en Mallorca

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Puedo cerrar los ojos a la vieja amargura
y abriéndolos a una nueva dulzura,
a la nueva dulzura sin estrenar,
sin estrenar ninguna,
pensar que estoy en la isla de Chopin
con el café del título
degustando.
Y eso querría decir que lo demás me sobra,
que lo demás lo tengo.

He venido a Mallorca traída por mis dedos brujulares
en penachos caminos de brujas voladoras.
No me sujetó el abismo que corre a los pies
de los que no tienen crédito,
cosecha de muchos ceros
donde deben tenerlos.

¡Estoy aquí!
Alborozada.
Los favores del sueño cumplidos
……
Ahora ya podré codearme
con los que no soñaron nunca:
Los de la cosecha de ceros
donde deben tenerlos,
cosecha que no desciende
por viaje más o menos.

Desde mis ceros a la izquierda,
prisión de números rojos,
ya que creando no cuentan
mis derechos a vacaciones pagadas
para asimilar culturas de otros rincones,
asimilar emociones,
me subo a la escoba usada,
delito de soñadores,
y me digo o me consuelo
que debe valer muy poco
la cultura que se compra con dinero.



¿No he de acordarme de ti, Alejandra Pizarnik, a cada palabra mía que leo?
En los años setenta, cuando yo redactaba este poema, 1972 tú expresaste en carta enviada a España tu deseo de venir aquí y sobre todo ahí, Mallorca, donde yo tomaba un café imaginándome allí llevada de mis dedos brujulares en penachos caminos de brujas voladoras.
Y el estar allí nos impidió lo mismo a las dos: el dinero, ese del cual yo me consolaba que debe valer muy poco la cultura que con él se compra.

Ya que no fui (ni voy) a Mallorca, años 70 ó 2000 del nuevo siglo. Me voy a Génova 2004 con "The Corrs" y "Angel" pensando que ellas me salvaron, mi hermanita pequeña, su admiradora, del hospital Ramón y Cajal y el ictus, aquel año

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